Uno de los grandes trucos que le permitió a Adolf Hiltler y sus hordas nazis los abusos y el exterminio de milllones de judíos, entre muchos otros, fue el descubrir las potencialidades de la mentira. Propagandista eficaz y observador obsesivo, descubrió que la mentira tiene un sustento formidable en el miedo del ser humano a aceptar todo aquello que le desagrada. Así, disfrazó la crueldad con el manto de la cortesía y la educación para sembrar una incredulidad poderosa que le permitiera actuar libremente. La lógica era sencilla: "Alguien educado y amable es portador de buenos y nobles sentimientos. Luego entonces, es incapaz de hacer una bajeza". Bajo éste principio, invirtió todos sus esfuerzos - y después todos los del Estado Alemán- para perfeccionarlo y poder crear así bajo las la sombras el más violento, rencoroso y siniestro Estado que se hubiese imaginado desde los tiempos antigüos. Verdaderos académicos e investigadores meticulosos bajo el control de Paul Joseph Goebbels se dedicaron a estudiar todas y cada una de las variantes de estos principios hasta llevarlo a niveles de arte auténtico, y los resultados que obtuvieron mostraron ser tan efectivos que la invasión a Polonia, la Blitzkieg para la invasión a Francia y los campos de exterminio fueron una sorpresa para todos hasta que se convirtieron en hechos consumados: Con promesas falsas y manipulando la necesidad de cordura que ansiaban las potencias europeas, se apropió de Austria y Polonia. Aprovechando la incredulidad de los franceses, recuperó Alsacia-Lorena antes de terminar invadiéndolos y, finalmente, no fue sino hasta que los ejércitos soviéticos y aliados avanzaron para culminar la derrota alemana, que se encontraron con que las "fantasiosas" historias dramáticas de los exiliados judíos eran una espantosa realidad.
Ése fue el poder de la incredulidad.
Por desgracia, y gracias a su efectividad, esos siniestros conocimientos fueron recogidos y aplicados por las dos potencias triunfantes Estados Unidos y la URSS para la configuración de sus propios mecanismos de control de masas, y después reutilizados por cientos de países hasta la actualidad.
Nuestro país no se escapó a esas tentaciones, y las prácticas que se han utilizado para el control de masas y la opinión pública sigue siendo tan eficientes como la de los siniestros nacionalsocialistas de los años treintas. Los recientes acontecimientos de vandalismo efectuados en el centro de la Ciudad de México y el Congreso de San Lázaro, son una muestra de ello:
Todos pudimos observar con estupor y rechazo a grupos de manifestantes (a los cuales se les asignó inmediatamente el epíteto de "estudiantes" sin que ninguno haya mostrado su credencial durante los enfrentamientos) cometer una serie desproporcionada de destrozos en edificios públicos y comercios, generándonos la inmediata condena. La televisión y parte de la prensa, contribuyeron a magnificar la atrocidad con notas e imágenes editadas que potenciaban el rechazo, hasta que la sentencia fue prácticamente unánime: Castigo ejemplar a los estudiantes vándalos!!
Sin embargo, pocos reparamos en la manera tan organizada en la que estos grupos operaron, y más aún, la movilidad tan certera con la que se desplazaron de un sitio a otro, así como de la habilidad tan cotidiana con la que manejaron sustancias químicas que les permitieron crear armas como petardos y bombas molotov.
Desgraciadamente, las ideas ya han sido fijadas, y ahora nos es imposible observar - aunque ahí están las imágenes y los vídeos- que muchos de los "vándalos" fueron cobijados desde las mismas trincheras del cerco policíaco y militar, y que estos grupos de provocadores entrenados para contagiar y avivar los ánimos de los manifestantes, son una estrategia muy común de los paramilitares para desprestigiar los movimientos sociales y despojarlos del apoyo de sus bases y de la sociedad, para así poder desmembrarlos sin ruido y sin pausas.
Y aunque suena a paranoia, este es uno de los grandes aportes que Adolf Hitler entregó a los Estados desde 1923 tras su fallido pusch de Munich, y que se sigue y seguirá usando hasta que sustituyamos la incredulidad por la desconfianza.